Artículo.- DE LA AUTOESTIMA AL AMOR PROPIO
Revista : CELEBRA
Edición: AÑO 4/EDICIÓN 12/Diciembre 2018
Revista mensual del periódico Victoria de Durango
Dra. Ma. Luisa Rivera García
Ya estamos en el tiempo de regalos, porque hay fechas en que recibo regalos; el cumpleaños, la graduación, la boda o primera comunión.
Pero navidad es de dar y recibir, doy regalos y recibo, a menos que aún sea niño y entonces sí soy afortunado, recibo más de los que doy; pero si soy adulto, sé que toca corresponder y entonces recibo y doy, desde el ideal en forma equitativa.
Ya estamos en el tiempo de regalos, navidad es de dar y recibir, doy regalos y recibo, a menos que aún sea niño y entonces sí soy afortunado, recibo más de los que doy; pero si soy adulto, sé que toca corresponder y entonces recibo y doy, desde el ideal en forma equitativa.
Y esto me lleva al tema: ¿desde dónde doy? cuando doy un regalo, cuando doy algo en la vida y todavía más importante ¿cómo quedo frente a mí mismo después de darlo?
Porque a veces damos un regalo por compromiso, por sentir que es mi deber corresponder y entonces es probable que no me preocupe qué doy, tal vez busque en un cajón algo que pueda servir para “salir del compromiso” y se acabó. No es la mejor manera y talvez deberíamos de pensar si vale la pena hacer el regalo desde ese lugar, sin mayor afecto, porque es probable que quien lo recibe perciba desde donde lo estoy obsequiando y quedaremos “a mano”, pero el afecto no va a crecer.
En otras ocasiones regalamos para demostrar algo… que tengo mucho; que soy generosa; que soy mejor, etc. En estas ocasiones me voy a esforzar por conseguir un “buen” regalo para el “otro”, solo que no estoy pensando realmente en él, estoy buscando mejorar mi imagen y tal vez funcione… por un tiempo, porque más tarde o más temprano quien recibe un regalo dado de ese lugar, se va a dar cuenta y mi imagen lo va a resentir. El afecto no crece y lo “invertido” se pierde.
También damos regalos para obtener algo, un favor de quien lo reciba; el agradecimiento; reconocimiento; o al menos reciprocidad, que me sea devuelto lo que di. Esto puede funcionar o no, un regalo no es un pagaré, y quien lo reciba puede que no pueda o no quiera regresar nada. Mal negocio, porque no solo no recibiré nada, sino que hasta es posible que me sienta mal frente a mí mismo, por no haber obtenido lo deseado.
En ocasiones, damos por el gusto de dar, por el amor, afecto o agradecimiento que le tengo a esa persona. Por tanto, al buscar el regalo me esfuerzo, pienso qué le gustaría, qué le serviría, pienso en quien lo va a recibir y todo el tiempo mientras elijo el obsequio estoy pensando en él. La energía, el tiempo y el amor que le invierto a la búsqueda, además del dinero, de alguna manera se reflejan y quien lo recibe lo siente. Entonces el afecto, amor o agradecimiento crecen y entonces el sentido de regalar se transforma en algo positivo, alegre en el sentido de generar y hacer prosperar lo amoroso. No sé ustedes pero creo que ese es el mejor regalo y el mejor lugar para regalar. Regalar por mi gusto de regalarte, ahí si no hay manera de perder.
En cuanto a los hijos, tengamos cuidado, nuestro desmedido amor por ellos puede llevarnos a darles mucho más allá de lo necesario y entonces desubicarlos y sin proponérnoslo inflar un “ego”, lo que no les vendrá bien. Tres regalos: algo que leer, algo que vestir, algo para jugar, eso sí con todo nuestro amor.