Artículo.- ¿Y qué con la muerte?
Revista : CELEBRA
Edición: #09/2017
Revista mensual del periódico Victoria de Durango
Dra. Ma. Luisa Rivera García
Si hay algo seguro en la vida, es la muerte; y frente a ella poco podemos hacer. Es bien sabido que no respeta ni grupos sociales, ni edad, ni género, ni nacionalidad, ni creencias… ¡nada! ¡ni nadie! ¿y entonces por qué no prepararnos, por qué no esperarla, por qué seguimos creyendo que a nosotros nos respetará?, ¿por qué temerle tanto?
Y parece que ante la dificultad, frente al temor que nos inspira, lo que hacemos en México, es festejarla, la vestimos de Catrina, la engalanamos y la honramos llenando con su imagen cuanto espacio público nos apetezca.
A nuestros muertos les ponemos su altar: foto al centro, comida preferida, cigarros o cervecitas, juguetes o naipes, o algún otro objeto de su preferencia además de flores, veladoras, el particular pan de muerto, sal y agua. Lo adornamos también con colorido papel picado. En Morelos se hace un camino de la puerta de la vivienda al altar, con pétalos de flor de cempasúchil para que el difunto no se pierda. En el lago de Pátzcuaro, en Michoacán, la celebración alcanza tal proporción que es imposible acercarse a acompañar la tradición con comodidad. Lo mismo sucede en Mixquic en donde puedes llegar a pasar muchas horas en el automóvil intentando entrar al poblado para visitar sus portentosos altares. Los panteones se convierten en zona de festejo, con familias comiendo sobre las tumbas, mariachis o tamboras según preferencias y en ocasiones hasta un baile sobre el muerto.
¿A qué tanto mitote? tal vez de lo que se trata es de conculcar la indefención en la que la muerte nos coloca. Pasar de ser víctima pasiva, a ser sujeto activo. Frente a lo inevitable hacer algo, algo que me permita sentirme partícipe, Frente a la necesidad de tomar acción, te honro, pero también me burlo, me río de ti y así cuando vengas por mi tal vez me pueda reír contigo, Quitarle la solemnidad, volverla más cercana, más familiar para que cuando llegue no me espante… tanto. Y visto así toma sentido, la clave está en cómo respondemos frente a los imponderables, no tanto en lo que nos sucede. Finalmente si los que damos significado a nuestro acontecer somos nosotros mismos, resignificar la muerte, desdramatizarla, nos empodera frente a ella.