Artículo.- VIOLENCIA EN CASA
Revista : CELEBRA
Revista mensual del periódico Victoria de Durango
Edición: Diciembre de 2021
Dra. Ma. Luisa Rivera García
Facebook: Dra. Ma. Luisa Rivera
Correo electrónico: marialuisarg0505@gmail.com
Hace años, 24 para ser exactos, me pidieron organizar un diplomado sobre violencia intrafamiliar para el DIF Estatal, era un tiempo en que no había oferta educativa en estos temas. Esto aunado al poder de convocatoria de la Institución produjo una gran aceptación y a un diplomado pensando para treinta personas, llegaron 200 solicitudes. Por cuestiones de acreditación planteamos una duración de nueve meses, ingresaron 150 personas y cumplieron con la acreditación 147, provenientes de todas las instituciones importantes en el Estado, tanto de Gobierno Federal, Estatal y de la sociedad Civil.
A la distancia puedo verificar que las semillas que se plantaron en ese tiempo dieron frutos y que, si bien no se ha acabado con el ejercicio de la violencia al interior de la familia, la violencia que se da en casa, sí.
Se tiene un gran avance en la visibilización, reconocimiento y penalización de esta violencia en todas las formas en las que ejerce.
Ya sabemos que una mujer que se toma a la fuerza sufre una violación, aún si el violador es su esposo, abuelo, padre o cualquier otro familiar. Que los golpes no son demostraciones de amor, así vengan de los padres. Que educar a “gritos y sombrerazos” no es lo mejor. Que controlar a través de lo económico al conyugue es abuso. Que callar no resuelve, tampoco sirve para mejorar y más aún es un pírrico castigo. Que las huelgas de “piernas cruzadas” practicadas al interior de la pareja es una forma de violencia, sea ejercida desde la tradición por las mujeres o sea ejercida por los varones, que al no saber cómo enfrentar las frustraciones de la vida en pareja recurren a esta forma de castigo, de revancha. Sabemos que los miembros de una familia tienen derecho a expresarse, a ser escuchados y que acordar estilos de vida en común es posible, que buscar un mundo de concordancias comunitarias en donde prive lo amoroso, la calidez y la reconciliación, empieza en nuestra familia, en nuestros propios “micro cosmos”. Hacer lo propio es hacer mucho.
También sabemos que la reconciliación empieza con la propia reconciliación, con reconciliarme con mi historia de vida y asentir a ella “así como fue está bien, porque, así como fue me permite llegar a ser lo que soy”. Que la paz empieza por la paz interna. Que el verdadero amor, empieza por el amor a sí mismo. Que empezar a respetar pasa por respetarme a mí mismo y que será poco lo que pueda aportar a otros si primero no me miro con respeto y amor.
En esto y muchas cosas más hemos crecido, nos hemos desarrollado como comunidad… ahora que saberlo es un primer nivel, llevarlo a cabo… bueno, falta mucho trecho.
Se reconoce, se ha hecho visible y sin embargo aún falta mucho por andar. Como puso de manifiesto la pandemia, los largos meses de encierro en casa, demostraron que no, aún no es seguro para todos estar en casa. El “quédate en casa” aumentó exponencialmente los abusos de los familiares de mayor fuerza física o intelectual hacia los de menor posibilidad de respuesta, incluidas las mascotas.
Leyes hay, que se apliquen con exactitud y rigor, no parece, la concepción patriarcal introyectada aún limita y entorpece su buen ejercicio.
Hemos avanzado, falta y falta mucho, pero vamos creciendo en desnormalizar la violencia vivida en casa y cada vez se denuncia más, se acepta menos y cada vez somos más los que buscamos un vivir armonioso libre de violencias.