Artículo.- SANAR LA HERIDA MATERNA
Revista : CELEBRA
Revista mensual del periódico Victoria de Durango
Edición: mayo de 2023
Dra. Ma. Luisa Rivera García
Facebook: Dra. Ma. Luisa Rivera
Correo electrónico: marialuisarg0505@gmail.com
La relación con la madre es una relación fundante. Si estuvo presente o no, si fue severa o despreocupada; si fluía en su amor por nosotros o no, si padecía la vida o todo lo contrario… toda, toda nuestra posibilidad de apropiarnos del mundo va a ser matizada por el vínculo con ella.
Lo primero que escuchamos, cuando aún no sabemos que escuchamos, aproximadamente a los 7 meses de gestación, es el latido de su corazón y desde ahí se empieza a amarrar ese vínculo con ella. Así de primitivo, así de intenso es.
Si al nacer ese vínculo se fractura, porque ella muere, o por cualquier motivo no se queda, se produce una primera “herida de abandono” una ruptura, un vacío. Tal vez por eso,
muchos sentimos una cierta empatía, un deseo de consuelo, de solidaridad por las infancias en orfandad, sólo pensar en la posibilidad de perder o fracturar ese vínculo duele.
Ahora bien, la intensidad del vínculo se nutre de la necesidad de mantenerse en vida, un pequeño sabe, desde ese lugar primario, que necesita un ser adulto para sobrevivir,
somos los mamíferos que más tiempo tardamos en valernos por nosotros mismos.
La cuestión es que la tan necesitada, la tan amada madre es “humana” o sea, no es perfecta (nadie somos) es perfectible. Tendrá sus propias heridas emocionales; sus propios vacíos, su temperamento; sus frustraciones; sus capacidades o incapacidades; su posibilidad o no de fluir en el amor; su concepto de bien o mal; su manera de ejercer la maternidad, etc., etc.
Además, nuestras madres son seres en movimiento, creciendo, interactuando con su entorno de buena o no tan buena manera.
No siempre pueden ser esas “maravillosas mujeres amorosas siempre dispuestas para nosotros”.
La cuestión como hijos adultos, es verlas en su dimensión humana. Un niño no tiene la posibilidad de entender esto, un pequeño demanda y al no ser atendido en su demanda se enoja, se entristece o se duele con quien no lo mira como quisiera ser mirado, ser cuidado, ser amado.
Desde luego, lo ideal sería tener esas madres “perfectas” que el infante demanda, como adultos entenderemos que eso no es posible, que lo que toca es abrazar, amar, tomar con el corazón al ser imperfecto que me dio a luz, que ya con eso nos dio todo.
Si además, se quedó y nos acompañó en el crecer, nos alimentó, nos guió, nos amó de la mejor manera que le fue posible, pues ya es extra, ya es más lo que hay que agradecer.
Y si por la razón que fuera no se quedó y la vida me permitió ser abrazado por alguien más, entonces tendré que agradecer a más de una.
Lo primero para sanar es tomar lo que sí tuve y agradecer, agradecer, agradecer. Y si no nos fuera posible tomar en el corazón a quien me dio la vida y a quien me sostuvo en ella (sea la misma o sean más de una), entonces tocará buscar ayuda profesional. El vacío no se llena pero se puede reconciliar.