Artículo.- #MeToo
Revista : CELEBRA
Edición: AÑO 4/EDICIÓN 4
Revista mensual del periódico Victoria de Durango
Mtro. Sergio Luis Hernández Valdés
Este título muestra la gravedad del fenómeno: además de víctimas resultan culpables, liberando de toda responsabilidad al agresor.
El acoso sexual hacia las mujeres ya es un tema de la agenda social. El movimiento internacional #MeToo ha puesto de manifiesto un grave problema que había estado guardado en la intimidad de “lo privado”. Casos emblemáticos de artistas y políticos que han sido denunciados por mujeres que han decidido romper con el silencio, involucran igual a Donald Trump que a empresarios del mundo artístico nacional. Y esto apenas empieza. Como ocurrió con las primeras denuncias de abuso sexual infantil en la iglesia católica.
Hay que decirlo claramente: el acoso sexual es la expresión de una cultura patriarcal que ha ignorado socialmente y minimizado este tipo de conductas, por lo que en la cotidianidad aparecen como “algo normal”. Contactos físicos no deseados, miradas morbosas o gestos sugestivos que incomodan a las personas, piropos o comentarios de mal gusto, burlas, bromas, comentarios o preguntas incómodas sobre la vida personal o sexual de las personas, son tan solo ejemplos que muestran lo enraizado que está en nuestra cultura el tema del acoso sexual que apenas empieza a ser visto y denunciado.
Las instituciones públicas ya han elaborado protocolos para denunciar estos actos y las leyes tipifican como delito el acoso sexual. El INEGI ha documentado la gravedad del fenómeno[1] al poner de manifiesto que “las agresiones ocurridas en la calle son principalmente de tipo sexual (66.8%), tales como: piropos groseros u ofensivos, intimidación, acecho, abuso sexual, violación e intento de violación”.
El problema es que todavía hay hombres y mujeres que lo justifican o niegan: “es un piropo”, “no aguanta nada”, “me malinterpretó”, o peor aún “ella se lo buscó”, “quién le manda vestirse así”, “qué andaba haciendo a esas horas de la noche”, “andaba tomada”… Pero de todas, la expresión que tendríamos que erradicar inmediatamente de nuestro lenguaje es el de “ella me provocó”, porque libera de toda responsabilidad al agresor y culpabiliza a la víctima.
En el tema de la equidad de género y el respeto a la diversidad sexual hay todavía un largo camino por recorrer. A todas y todos nos corresponde poner nuestro granito de arena.
[1] Consultar la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016