Artículo.- La mujer no existe
Revista : CELEBRA
Edición: #13/2018
Revista mensual del periódico Victoria de Durango
Dra. Ma. Luisa Rivera García
Dijo el abuelo Freud “La mujer no existe” y lo lapidaron por eso.
Partamos desde el principio. Nacemos en blanco, un ser con características propias, temperamento, fisiología, propias, aunque sin estructura, un ser en ciernes diría el Dr. Néstor Braustein, “un pedazo de carne” que no sabe de sí; si es niño o niña; mexicano, ruso o francés, si es primogénito o décimo, si tiene posibilidades o debilidades. Sin idea de cómo responder a la vida. Solo alguna tendencia, que se va regulando según los estímulos o represiones que recibimos del mundo exterior, básicamente de la madre. Por ejemplo si en esencia se muestran características flemáticas y la madre y el entorno son similares. Pues esto se acentuará. Si por el contrario el entorno rechaza o no es compatible, lo flemático se mediará en respuestas a ese entorno.
Pero naceremos, eso sí, en un mundo patriarcal, en donde el poder fálico es un determinante. Poder fálico entendido como la serie de entretejidos culturales asociados al poder del fuerte sobre el débil, el que lo tiene y el que no lo tiene. Y está relacionado al pene, pero es mucho, mucho más amplio, más abarcador, por eso es determinante.
Eso que se es, se arma, se estructura a partir de lo que el pequeño recién nacido va percibiendo del mundo exterior. Y va percibiendo, se va apropiando del mundo, a partir de la “mirada” de la madre en primera instancia; del padre y del resto del mundo enseguida.
Alrededor de los 3 años ese pequeño ser tiene ya noción si pertenece al equipo del padre o de la madre, si es niño o niña. Si tiene o no ese poder fálico.
Y a partir de ahí se va estructurando; sus emociones, sus respuestas, sus conductas, su ser, todo parte de ese anclaje. “Soy el que lo tiene” o “soy el que no lo tiene” y desde luego que la construcción de la subjetividad será diferente, será otra.
Cuando Freud dice “la mujer no existe” se refiere a eso, a lo estructural. Estructurarse desde “lo tengo” da un amarre, un ancla, un punto del que se parte y que puede generar muchas opciones de estructura, pero es finita. Citando, otra vez al Dr. Braunstein pueden ser 20 ó 200 respuestas diferentes, pero no 201.
Partir de “soy el que lo tiene” puede generar posicionamientos tipo director abusador de Hollywood, o como el cruel policía de “las formas del agua”, o aún el más estereotipado, tipo Donald Trump. Soy el que “lo tiene” pero ¿de qué sirve si no lo demuestro? Si no lo dejo en claro a los que “no lo tienen” mujeres, niños, animales, al planeta todo.
Y debe ser agotador tener que estar demostrándolo constantemente, pero es estructural; el ser se armó a partir de ese constructo.
¡Claro! No es la única forma de resolver la estructura de “soy el que lo tengo”, también hay en el otro extremo, quien a partir del mismo punto se dedica a cuidar a proteger, a resguardar a mujeres, niños, animales o al planeta entero. Y desde luego, dentro de esos extremos existen muchas variantes, pero no 201.
¿Y qué pasa con el otro lado, cómo se arma el equipo de “no lo tengo”…? Como puede. Se puede colocar desde la sumisión al que lo tiene, desde el enojo, desde el desprecio, desde el respeto, desde la añoranza, desde la competencia, desde la búsqueda o de la combinación de una o varias de estas respuestas. Partir desde “no lo tengo” implica todas las respuestas imaginables y las no imaginables también.
De ahí “la mujer no existe”, no existe en cuanto a estructura, en cuanto a estructura predecible, y menos predecible para todas.
Cada una responde desde sus características propias, sus circunstancias de vida, sus cargas ancestrales y por tanto se estructura como un ser único irrepetible y propio de sí mismo y de sus respuestas.
Decir que la mujer no existe es en realidad un elogio. Un elogio a la individualidad, a la complejidad.