Revista : CELEBRA
Dra. Ma. Luisa Rivera García
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Hoy toca escribir sobre un tema escabroso. Sólo hablar de infidelidad ya despierta emociones: curiosidad, morbo, dolor, suspicacias, inseguridades, etc., etc. Algo interesante es que, por más común que sea encontrarnos con esta situación; en primera persona o no, entre cercanos o lejanos, igual mueve. Tan solo hay que ver el revuelo y encono que causó la infidelidad de Gerard Pique a Shakira. No sabíamos gran cosa de su circunstancia particular, del momento de su relación, de los acuerdos explícitos o implícitos entre ellos, de sus hábitos, de su intimidad o de sus cargas ancestrales, pero igual opinamos, tomamos partido y hasta nos sirvió como elemento catártico o reflejo neurótico, jeje.
Antes de “ponernos intensos” con el tema quisiera aclarar que este recorrido, es una versión propia, al pensamiento de Esther Perel, quien se interese en profundizar sobre el tema, léala! (Perel Esther “El dilema en la pareja” Diana 2019).
Si miramos en nuestro alrededor a las parejas que conocemos ¿por cuantas podríamos apostar? De cuantas estaríamos seguros ¿que no ha habido, no hay y no habrá infidelidad de ninguna de las partes? De seguro de muy pocas o ninguna. Y no es necesario conocer a quien ustedes conocen, es solo cuestión de estadística informal y entonces ¿porque si es tan improbable, la mayoría seguimos buscando el imposible? Jugamos a “Nuestro amor todo lo vence” o al “corazón que no ve…” o al “y si no me acuerdo no pasó”. Le jugamos al romanticismo ingenuo o al amor ciego o de plano al cinismo.
Porque la infidelidad se da, hasta hace poco, mucho más de parte de los hombres en la pareja, que de las mujeres, aunque esto está cambiando, para bien o para mal, cada vez son más las mujeres que se atreven a vivir una relación extramatrimonial. Los enfoques son generalmente diferentes, los hombres aún lo viven como algo más “casual”, al menos al inicio y tal vez por eso, en ocasiones se les “sale de las manos” y terminan viviendo circunstancias que no buscaban: una noche de “safis” termina en una tragedia no calculada. Las mujeres en cambio (he de decir que hablo desde un referente pequeño, circunscrito al conocimiento empírico de mi consulta) cuando se lanzan a una aventura fuera de matrimonio, lo piensan más, calculan, involucran sentimientos más o menos intensos, pero sobre todo están más atentas a las consecuencias para sí y para sus amados. Por más casual que parezca nunca es tan casual. Y ya sabemos que estamos regidos por una media sociocultural que es históricamente más permisiva con los varones infieles que con las mujeres, pero parece que esto también está cambiando de tanto a tanto y ya somos un poquito más comprensivos con las esposas o novias infieles: “Él se lo buscó, mira como la trataba…” “Ella solo correspondió con la misma moneda…” “Con ese hombre hasta yo me atrevería”.
Hablar de matrimonio conlleva hablar de infidelidad y de prohibición… de prohibición brincada en todas las culturas. Tal vez los anglos sean más fieles que los latinos o los árabes mucho menos que nosotros, pero igual se rompen los límites.
Ahora ¿que es “engañar”? ¿Cómo o que definiríamos como infidelidad? En otros tiempos creo que era más fácil, el matrimonio era más un acuerdo comercial, una “unidad de producción”: tú provees y yo me encargo de la procreación y conservación de los bienes e hijos. Y los únicos con derecho a gozar de lo que produzcamos en esta familia serán los hijos legítimos de ambos. Así se garantiza que no se diluyan o pulvericen los bienes, decía mi abuela: “busquen un buen hombre: buen proveedor que les dé una buena vida sin hambre y con la mayor comodidad; que no se las pase por enfrente, que no les hagan pasar vergüenzas! O sea ni hablar de que ese “buen hombre” fuera divertido y menos buen amante, eso para las de a fuera, las de casa debíamos ser madres y punto! No era necesario que fuera cálido o comprensivo, supiera escuchar o mimar; fuera tu cómplice, te ayudara a crecer y menos, menos hiciera labores domésticas!! Tampoco debería discutir contigo cuestiones económicas, el dinero era de él y el que era tuyo también era de él, recordemos hace apenas 40, 50 años era mal visto que una mujer tuviera una cuenta bancaria propia. Para ser “buen padre” con proveer y regañar era suficiente. Y desde luego no era requisito que fuera fiel, había hasta un cierto orgullo que tuviera otras mujeres, siempre y cuando la “catedral fuera yo misma” y los bienes o al menos la mayoría de ellos estuvieran en mi cancha. Esa es la referencia a que “no te las pase por enfrente” vergüenza si ya tenía “una de planta” y peor, peor si pasa más tiempo en su casa que en la mía!! O sea la infidelidad masculina era no solo permitida, sino hasta respetada acordémonos de “Juan Charrasqueado”.
Ha corrido agua, aún somos más permisivos con los infieles masculinos, pero ahora ya no es tan fácil definir el límite. ¿Un hombre que no te toca pero se pasa contactando mujeres en línea a las que tampoco toca, pero se masturba pensando o hablando con ellas, te es fiel? O el que para tener intimidad necesita ver porno en su cel antes de buscarte, ¿es infiel?? Alegaba un hombre en el consultorio “De verdad yo no he estado con nadie más no sé de qué se queja, esas mujeres son solo el “arrancador” no recuerdo ni su nombre y si lo supiera seguro sería falso. La chica que tiene su “mejor amigo” con el comparte anhelos, sueños, borracheras y risas que no comparte contigo, ¿es fiel? Aunque tenga intimidad contigo y con el no? ¿Cuál es el límite?
Mandarte whats de “buenos días” todos los días o fotos “reveladoras”, buscar seguidoras en instagram o face subiendo “bailes eróticos” ¿es infidelidad? Chatear con el “ex”, el sexting, estar en un grupo de fetichistas ¿es ser infiel??
Además existen los acuerdos internos entre parejas. Si nos hemos definido como abiertos que alguno tenga una relación fuera ¿sería infidelidad? “si es cierto que somos abiertos, pero el acuerdo era compartir, hablar de lo que sucediera y ella tenía meses saliendo con él y nunca me lo hizo saber”!!!
La infidelidad es algo complejo, algo que en estos tiempos en que todo es “intenso” y/o “toxico” cabe en ambos, se torna tóxica e intensa.
Es un reto buscar que no se dé en nuestras relaciones de pareja, mayor reto es trascenderla: Regresar a donde estábamos antes de la infidelidad no es posible, que la experiencia nos lleve a un mejor lugar desde luego que sí.